No pasa nada, de verdad
No pasa nada, de verdad

No pasa nada, de verdad

Estéril, que no da fruto, que no produce nada. Así se puede calificar la marcha para salvar Bolivia o la marcha de la muerte, como estéril.

Más allá de mantener a una audiencia expectante y nerviosa, y además de servir como caldo de especulaciones sobre qué es lo que está pasando detrás de bambalinas, el caos generado no tuvo ningún efecto ni movimiento brusco de tablero de la situación política del país que esperaban tantos.

Y ahora que quizás haya pasado, esperemos lo peor, nos damos cuenta que no iba a pasar nada, de verdad. Imaginemos los escenarios que más apuestas registraron: si Evo Morales llegaba a Plaza Murillo, no iba a tomar el poder, quizás iba a asegurar su candidatura, pero los bosques seguirían quemándose; si Arce se animaba a detener a Morales, tampoco iba a pasar mayor cosa, los dólares no iban a aparecer de pronto en los bolsillos de los importadores ni los precios se estabilizarían; si los dos tercos se enfrascaban en una pelea sin salida y se construía una figura mesiánica de un Andrónico como salvador, no se iban a llenar los gasoductos de la noche a la mañana e íbamos a firmar contratos con todos nuestros vecinos para llenarles sus tanques de nuestro gas; y si los militares terminaban enojándose y actuando como padres estrictos que quieren poder orden y tomasen el poder, el diésel y la gasolina no iban a aparecer regalados en los surtidores. Es que al final no iba a pasar nada en relación con la situación crítica por la cual pasa Bolivia.

Todo este simulacro de apocalipsis democrático no movió nada, pero si evidencio, desde mi punto de vista, un escenario futuro aún más preocupante: el de un gobierno extremadamente débil, un ala evista que no se sabe lo que quiere, una oposición que no supera el “fuera masistas” ni construye agenda y unos desafíos a corto plazo que se ven complicados de superar.

El primero de ellos y más urgente es la situación económica. Claramente el gobierno no tiene una propuesta que vaya más allá de culpar a todos por la situación y encontrar en la exigencia de aprobación de créditos el botón de arranque de una estrategia de salvataje económico que nadie conoce, sólo él. La posición es clara, los bandos opuestos a su gestión no van a dar el sí a los créditos prácticamente a meses de que acabe su gestión.

La situación del censo y los escaños. El censo ya está desacreditado por la mayoría de actores políticos y no cambiarán de opinión para dar apoyo a la gestión de Arce. La solución no pasaría por hacer aparecer dos millones más de habitantes para saciar las expectativas, sino de realizarse otro censo en base a otro tipo de acuerdo que sólo llegará con la siguiente gestión de gobierno. Y esto activa otro conflicto aún mayor, por su impacto en las regiones que pelearon por la realización del censo en 2023, y son los escaños. El criterio para distribuir escaños no está escrito en piedra, sino en la Ley 421 y todo es revisable. Podemos pasar de tener 7 diputaciones indígenas a 15 o disminuir a 2, podemos pasar de usar tímidamente el criterio de Índice de Desarrollo Humano a darle un protagonismo a la hora de distribuir los plurinominales, todo ello sin tocar la Constitución. Otra opción, que intentó Arce y que dejó en claro su debilidad política, fue la de aumentar el número de escaños, pero que no tuvo eco porque la discusión nunca estuvo en la cantidad de diputaciones, sino en los criterios de distribución y sus inequidades. La Ley 421 es el resultado de fuertes disputas regionales dentro de la Asamblea Legislativa que llegaron a un acuerdo bajo el paraguas hegemónico del MAS en ese entonces. Hoy, seamos claros, no existe ese escenario y el llegar a un acuerdo pasará por pactos políticos con otros partidos.

un gobierno extremadamente débil, un ala evista que no se sabe lo que quiere, una oposición que no supera el “fuera masistas” ni construye agenda

El Amazonas se nos quema cada año. No es la primera vez, quizás si una de las más dramáticas por la calidad de aire que respiramos todos últimamente, pero ya pasó y tristemente puede volver a pasar. En 2019, cerca de las elecciones de octubre la Chiquitania también se incendió y fue electoralizada su solución. Hoy se repite el mismo escenario y se simplifica el tema a una abrogación de leyes incendiarias culpando al MAS, pero todos somos conscientes que ese es sólo una parte del problema. Bajo el escenario político actual ¿hay algo que pueda hacer Arce para abordar el tema de los incendios de manera integral y participativa? No, no puede.  ¿Ven que no iba a pasar nada y probablemente no pase nada?

Una de las frases que solemos usar para motivarnos, hoy cobra un tono desesperanzador: “Lo peor que puede pasar, es que no pase nada”.

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